Mi caso es, como el de muchos, bastante particular. Rodaba mi primera temporada en el Atlético Huila, de la primera división colombiana, y mi presente no era muy alentador debido a que poseía poco presupuesto y mi único objetivo era terminar en la 16ª posición como mínimo. A esas alturas iba en la posición 19.
Tampoco tenía una plantilla amplia y llena de calidad, y el mejor jugador figuraba con una media de 69. Para rematar, mi lateral izquierdo de 68 cayó en una lesión inédita de 28 semanas (algo insólito, que solo pasa cada cuatro mil años) que me obligó a poner al único otro lateral izquierdo que tenía, de 53 de media. Un total fiasco como creerán, pero apenas tenía 18 años de edad.
Con las cosas así, un despido asegurado sería lo más plausible a final de temporada hasta que, a finales de octubre, un aviso del ojeador de juveniles me hizo recuperar la confianza. “Iñaki” (de por sí nombre muy raro para un colombiano) había superado las pruebas y estaba listo para poder debutar en el primer equipo. Era un mediapunta con media 80, con aptitudes para jugar por todo el mediocampo, con un gran pase largo (creo que de 84 u 85) y un físico inmejorable. Lo más increíble y prometedor era que, a pesar de todas estas virtudes, apenas tenía 18 años (lastimosamente este acontecimiento fue hace mucho, y no guarde ningún pantallazo, porque entonces no creí que fuera a ser importante, así que apelo a mi gran memoria).
No dude ni un segundo en ponerlo como titular al siguiente partido, y me respondió muy bien poniendo dos pases gol con los que gané 3 a 1. Un debut soñado.
Aquellos malos momentos comenzaron a acabar hasta que un día se lesionó, a principios de enero, creo. Era, sin duda, el alma del equipo, y esos cuatro o cinco partidos sin él me regresaron al puesto 17 que había dejado hacía tanto tiempo. Cuando volvió, fue cuestión de fechas para recuperar el puesto y, cuando tuve mi empleo asegurado, hice lo más inteligente que podía hacer.
Resulta que un jugador se valoriza no dependiendo de su media, sino del prestigio del equipo en el que juegue. Iñaki, a pesar de tener su útil media de 80, valía apenas 800.000 euros, por mucho. Eso se debía a que jugaba en mi equipo, de presupuesto mínimo y poco reconocimiento. Por eso es que, pasadas más o menos dos temporadas encontramos verdaderos cracks de 5 estrellas en Macedonia o Moldavia (que podrían jugar en cualquier equipo del mundo, en cualquiera), pero que no valen menos de 5 millones de euros. Es por el prestigio de su equipo y, aún más, de su liga. Aunque claro está, siempre hay excepciones a cualquier regla.
Fue por tal motivo que, asegurándolo con una cláusula de rescisión de 80 millones, puse a Iñaki como cedible dos fechas antes de acabar el campeonato, cuando ya tenía asegurada mínimo otra temporada en mi equipo del alma. Las tres primeras ofertas vinieron todas de Europa. La primera fue del Benfica, que me pareció muy buena. La segunda fue del Celtic, que no entendió que lo quería ceder y me ofreció poco más de 900.000 euros. La tercera llegó de Italia, y Atalanta se planteaba como un buen destino. Antes de dar el último siguiente, y mientras esperaba una mejor oferta, apareció de la nada y sin un motivo aparente. El Manchester United se lo llevó el resto de la temporada, con el único fin de valorizarlo.
Espere paciente la carga de la nueva temporada y el regreso de Iñaki. Cuando revise su precio, había aumentado considerablemente. Ahora tenía una media de 83 y valía 22 millones de euros, un aumento bastante considerable. Con esa cantidad de dinero hubiera podido armar un gran equipo usando al secretario técnico para que buscara buenos jugadores a bajos precios, pero lo cierto es que nunca lo vendí, pase creo que doce temporadas en el club hasta que di por finalizada la partida, y jamás vendí a Iñaki, que llegó a tener 88 de media. Una verdadera proeza que hasta día de hoy me enorgullezco.
De esta forma, todos enfundamos nuestras esperanzas en armar un equipo de cantera, que es lo que más nos gusta a la hora de conformar nuestro equipo. Pero a veces es difícil (sobre todo cuando sale aquel chico de 20 años con media 43) y nos resignamos a comprar otros jugadores porque nuestra cantera no nos satisface. Pero, a pesar de que no sean las superestrellas de otros equipos, llena el alma saber que es fruto de nuestro propio equipo, y que no hemos gastado un solo peso de nuestro presupuesto.
Así que hoy te invito a que escojas a ése, tu equipo favorito, el que te hace mover todas tus fibras, y te retes a una carrera en donde solo uses jugadores de cantera para reemplazar a los que se retiran o inevitablemente tienes que vender. ¡Atrévete!
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